Por Claudio Alvarado Lincopi | Comunidad de Historia Mapuche
Otros de los fenómenos difíciles de medir del proceso de movilización desatado durante el último mes, son la constitución de órganos de deliberación popular. Los cabildos, las asambleas, los trawün han sido demostraciones del poder democrático de los pueblos. Durante semanas han sido estos órganos colectivos los que han ejecutado de facto el proceso constituyente. Como nunca antes la democracia se ha gestado desde abajo en Chile.
Este fenómeno, si bien adquiere bajo la movilización una importante visibilidad, es realmente una acumulación histórica que hoy comienza su proceso de sedimentación y desate. Las asambleas fueron el principal órgano de decisión en fundamentales movilizaciones de las últimas décadas: el movimiento estudiantil, los movimientos socioambientales, el movimiento de pobladores, el movimiento feminista o el movimiento mapuche, mediante la lógica del trawün, han gestado otros modos de organización de lo común desde hace décadas.
No hay insistir que fueron estos movimientos los que permitieron ir madurando las críticas al modelo neoliberal y a la democracia autoritaria que se han puesto en cuestión durante este último mes. Es por ello que no es casual que rápidamente, al calor de la movilización, se hayan levantado, en una aparente espontaneidad, los cabildos, las asambleas y los trawunes constituyentes. Esto que parece espontaneo e inorgánico es realmente la sedimentación de múltiples experiencias de movilización en Chile. En cada uno de esos espacios se respiraba Aysén, Chiloé, Quintero, Petorca, Mehuin, el Liceo de Aplicación, el Barros Borgoño, las comunidades indígenas, las coordinadoras, en fin, una serie de procesos que le dio carácter orgánico a la movilización actual.
Desde estos espacios se levantó la demanda por Asamblea Constituyente, por diferentes barrios, gremios, movilizaciones y territorios se levantó la demanda por una nueva Carta Magna, pero que además de demandarla, se comenzó a elaborar de facto. El momento constituyente ya existe, ya ha comenzado, y lo han ejecutado los cabildos, las asambleas, los trawün.
Todo esto viene a poner en tensión las formas clásicas de gestar la organización de la sociedad. Durante el siglo el XX lo que primó fue la forma partido. Eran los Partidos Políticos los encargados de gestar, por derechas o por izquierdas, la convivencia de lo común. Desde hace algunos años la legitimidad de esta forma de organizar lo común se ha visto profundamente cuestionada. Y, al calor de este último mes de movilización, los partidos definitivamente han quedado outside como forma de organización social. No logran representar las pulsiones diversas que hoy se encuentran en la calle. Este abigarramiento orgánico que habita en la actualidad las calles y las plazas publicas no logran ser subsumidas por la forma partido.
Es por ello que es muy curioso, y aterrador, que sean los Partidos los que se arroguen la responsabilidad de frenar la movilización dejando fuera del tablero las múltiples formas orgánicas que han desatado los pueblos en este momento constituyente que vivimos.
El punto 4 del acuerdo recién publicado versa sobre la elección de los constituyentes. En ella dice que los ciudadanos y ciudadanas que participen para ser elegidos miembros de la “Convención Constituyente” deberán seguir las reglas estipuladas para la elección típica del Parlamento, esto es, estar afiliados o asistidos por un partido político formalizado. En este marco, todo aquel proceso orgánico construido por los pueblos durante la movilización (cabildos, asambleas, trawün) no podrán siquiera presentar candidaturas.
Los pueblos de Chile, que durante los últimos 30 años han gestado otras formas de organización por fuera de las clásicas del siglo XX, quedarán fuera, otra vez, de la gestación del Chile del siglo XXI. En últimas, un momento refundacional es finalmente redirigido por los partidos políticos para fortalecer las viejas lógicas de organización social.
El momento constituyente de facto en el que habitamos, que más tarde necesitará de una cierta institucionalización, precisa de la legitimidad de los movimientos sociales que le han dado carácter orgánico a la insurrección actual. No es posible construir lo constituyente sin aquellos que estimularon lo destituyente, y que en el acto elaboraron, desde la creatividad más amplia, emergentes formas de organización.
Finalmente, la forma partido no es único modo deliberativo que tienen hoy los pueblos. La democracia hoy se amplía, y comienzan a tener vital importancia la forma asamblea, la forma cabildo, la forma comunidad, la forma coordinadora. Es desde estos espacios democráticos que surge el Chile del siglo XXI. No reconocer su importancia en este proceso del que somos parte, será el más terrible error histórico de nuestra generación.